Inspirado en la esencia de la Provence, este Rosé de tintes perlados desafía lo convencional con su color etéreo y cautivante, un reflejo de la delicadeza y la frescura que lo definen. Es el vino más luminoso y versátil del catálogo de Akasha, capaz de acompañar una amplia gama de momentos y propuestas culinarias. Su perfil aromático evoca frutas rojas frescas, flores blancas y un sutil dejo herbal, mientras que en boca es vibrante, refrescante y con una elegante tensión que lo hace inolvidable. Un vino que encapsula el espíritu del Mediterráneo y lo reinterpreta con una identidad única en el paisaje mendocino. 

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La expresión más pura del Chardonnay, la reina de las uvas blancas. Este vino nace del equilibrio entre dos modos de vinificación: la frescura y tensión mineral del huevo de concreto y la suave textura de la crianza en barricas de roble francés. En nariz, despliega notas de fruta blanca de carozo, cítricos vibrantes y delicados matices florales, mientras que en boca es amplio y envolvente. Su textura sedosa, acidez eléctrica y retrogusto prolongado lo convierten en un blanco de carácter único e inconfundible. 

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El Cabernet Sauvignon, rey indiscutido de la vitivinicultura mundial, encuentra su aspecto más sutil bajo el sol de Mendoza. Esa potencia natural se equilibra con la Marselan, una variedad nacida de la cruza entre Grenache y Cabernet Sauvignon, creada por el célebre ampelógrafo Paul Truel en 1961. El resultado es una compleja paleta de aromas, donde las frutas negras y las especias se entrelazan con una balanceada acidez capaz de armonizar perfectamente con la cocina mediterránea. Su crianza de 18 meses en barricas de segundo y tercer uso le aporta delicadas notas de canela y cacao y una estructura que culmina en un final largo y aterciopelado.   

Este corte reúne tres de los varietales más emblemáticos de los países considerados fundadores de la vitivinicultura mundial: Grenache francés, Sangiovese  italiano y Tempranillo español, cada uno con su carácter y expresión inconfundibles sumados a la potencia del terroir mendocino. La elegancia sedosa del Grenache, la complejidad del Sangiovese y la marcada estructura del Tempranillo se combinan y juntos se expresan en perfecta armonía dando lugar a un vino sin precedentes.   

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